Y cuando despertó, el presidencialismo todavía estaba ahí.
Se acerca el final del 2023 y en vísperas del 2024 la sociedad civil mexicana enfrenta una disyuntiva, seguir hacia atrás o hacia ningún lado. La pista la ofreció Manlio Fabio Beltrones en su discurso ante los miembros del Consejo Político Estatal del PRI en Sonora.
Antes de exponer la idea del líder priista aclaro que: en el reto mexicano hacia un mejor país debemos aceptar que tenemos 30 años cuestionando al emisor de los mensajes y no el mensaje en sí mismo, estrategia usada claramente por Ernesto Zedillo al demeritar la explicación salinista al “error de diciembre” y con ello lavar sus manos.
A 30 años tenemos la lección
El 1 de diciembre de 1994 Ernesto Zedillo Ponce de León tomó protesta como el nuevo presidente de México en relevo de Carlos Salinas de Gortari, En esas fechas México se encaminaba en su ideario popular hacia la transformación de una economía sólida, pujante, de primer mundo decían los voceros. Pero el 20 de diciembre la fantasía terminó.
Con el incremento de tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) los capitales extranjeros dejaron de considerar atractivo el jueguito de las Bandas Cambiarias del Banco de México y los Tesobonos se volvieron impagables, una vez más la intervención del Estado en la economía cobraba facturas.
Aunado a los déficit en la balanza de pagos, la manipulación del mercado cambiario impulsado por la administración de Salinas, debemos sumar la responsabilidad de Zedillo ante la filtración de información privilegiada a unos cuantos empresarios que aprovecharon la crisis, la falta de solvencia financiera de su administración y la gestión de Fobaproa.
Pero eso no importaba, el malvado Salinas acabó con la riqueza imaginaria de los mexicanos, Zedillo nos salvó. Esa es la idea que prevalece.
Un análisis que explica el suceso lo desarrolló Agustín Cue Mancera en el volumen 17 de El Cotidiano, en el año 2000. El documento está disponible en Internet y al revisar el mismo descubres como en México se debate políticamente usando el demérito del adversario culpándolo del mal que vive la sociedad.
Esa es la misma idea que se intenta implantar hoy y es así como Manlio, el maligno priista culpable de nuestra decadencia sonorense viene al estado a luchar contra un Durazo que, al ser parte de la 4T, nos defenderá. Es el mismo juego y no nos conviene.
Rompamos la idea
Dejemos de lado el análisis de la historia mexicana basado en buenos, malos y víctimas. Abandonemos de una vez por todas que nuestra realidad es el resultado de una novela -telenovela preferiría usar como analogía- y reconozcamos la información que aportan quienes han desempeñado funciones importantes en el Poder durante la historia.
Manlio Fabio Beltrones Rivera es una de esas personas, que su función pública e influencia política lo convierten en una fuente de información valiosa para entender la realidad, como Salinas, Zedillo, Fox, Cárdenas y próximamente Andrés Manuel López Obrador, no intentemos lavar sus errores, aceptemos que su visión tiene más profundidad.
Así, con esa idea veamos lo que declaró Manlio Fabio Beltrones en las instalaciones del PRI en Sonora, no son palabras que debamos tomar como ley, sino como contexto de nuestra realidad.
“Por eso hay que dar la batalla y por eso hay que celebrar que hoy aquí, se hable de las coaliciones electorales y de las candidaturas comunes entre quienes, somos diferentes, pero hoy vamos aliados, convencidos de que es necesario enfrentar una realidad que no debe de prevalecer sobre todo cuando, un partido político en el Gobierno se quiere atragantar comiéndose instituciones que posibilitan el equilibrio en el país y que le dan gobernabilidad, pero sobre todo instituciones autónomas que juntos creamos el PRI y esos partidos políticos, para poderle dar a México un presidencialismo democrático, no hegemónico ni imperial, como lo llamaban en otros momentos. Es la hora de poner todo nuestro capital, sin ningún regateo, al servicio de un propósito de hacer que se respete las instituciones de la gobernabilidad y los equilibrios en México”, dijo Beltrones Rivera el 14 de diciembre.
Aunque el discurso parece interesante, hay dos conceptos peligrosos y el riesgo de un nuevo error mexicano para el 2024.
El presidencialismo mexicano
Para entender el concepto “presidencialismo” necesitamos buscar la explicación más clara posible y una de ellas la ofrece Jorge Carpizo en el libro “El presidencialismo Mexicano” de Jorge Carpizo o en un ensayo, también de Jorge Carpizo titulado “Veintidós años de presidencialismo mexicano” o buscar un resumen muy básico disponible en un glosario de la Secretaría de Gobernación.
Presidencialismo, en México, es como se le denomina la predominancia del Poder Ejecutivo sobre los pesos y contrapesos del régimen político y sobre los mecanismos de decisión política, en este sistema el presidente puede hacer uso de facultades constitucionales y metaconstitucionales por encima de los demás órganos del Estado.
Jorge Carpizo explica que en el Presidencialismo el titular del Ejecutivo era la figura principal del partido en el Poder y el partido, a su vez, estaba integrado por centrales obreras y organizaciones gremiales; se impone a un Poder Legislativo debilitado y trabaja junto a un Poder Judicial que no se opone al presidente.
Fue el Presidencialismo mexicano lo que terminó por socavar la paciencia del pueblo mexicano que encontró en las instituciones democráticas como el antiguo IFE, luego INE el camino para conseguir la alternancia en el 2000, cuando el PRI vivió una de sus más complicadas etapas como instituto político.
Así es como el PRI tras su derrota se recompone y avanza en un proceso de reconstrucción junto con la creación, a nivel nacional, de instituciones que limitaron el presidencialismo como el INAI, luego con la renovación del INE y la Comisión Nacional de Derechos Humanos se avanzó en la construcción de “barricadas” que frenaban ese presidencialismo.
Frenar no es eliminar
Hoy, según nos cuenta Manlio Fabio Beltrones, estamos ante el reto de defender el presidencialismo democrático y frenar el avance del presidencialismo hegemónico.
Jorge Carpizo nos recuerda en su ensayo que fue la participación de la ciudadanía la que impulsó cambios y facilitó el proceso evolutivo de la política mexicana, pero en el 2000, con la “ciudadanización” del INE, el presidencialismo sólo cambió de ropa.
Los límites al presidente no vienen de los Poderes contrapeso de un Estado, sino de órganos que dependen, en última instancia de la voluntad política y no de la competencia de cada Poder según la Constitución y ésta a su vez no es un documento que define límites del Estado, sino que se ha convertido en un documento que avala Derechos otorgados por el Estado.
Entramos en la trampa sin darnos cuenta, el Estado Mexicano no evolucionó como lo exigimos los ciudadanos a finales del siglo XX, se adaptó para cumplir con Derechos, pero se cumplen sólo si el Presidente lo desea, como la transparencia, rendición de cuentas y ahora, cada vez más complicado, con el funcionamiento del INE.
Manlio Fabio Beltrones nos llama a defender el sistema que nos llevó a ningún lado, al Presidencialismo Democrático que mantiene la figura preponderante del titular del Ejecutivo pero sometido a instituciones que repetirán el fenómeno Peña, Calderón y Fox, figuras incapaces de nada y cuestionadas por todo.
La oferta no es tan atractiva para un pueblo que encontró un AMLO único que usa el mismo código para referirse a los problemas del país pero que busca avanzar en el camino al Presidencialismo Hegemónico.
No hay opción que sea mejor, sólo hay una menos peor. Tal y cómo ha sucedido desde el 2006. ¿Será suficiente?
¿Regresamos o nunca salimos?
En 1978 Jorge Carpizo publicó la primera edición del libro El Presidencialismo Mexicano en 1978 y en él se señalan los puntos que definen dicho modelo de mando del titular del Ejecutivo, no planeo explicarlos todos, más bien expongo cada uno y con base en ello definamos en qué punto nos encontramos en el 2023, a unos días del 2024, tan cerca de lo que se supone abandonamos.
El presidente es el jefe máximo del partido, en dicho sistema el Poder Legislativo es débil ya que la mayoría de los legisladores son del partido dominante. La integración de la Suprema Corte es en su mayoría por elementos políticos que no se oponen al Presidente que también tiene Influencia preponderante en la economía mediante el Banco Central, empresas del Estado y facultades económicas.
En el Presidencialismo el Ejército es una institución sometida pues los jefes dependen del presidente, se concentran los recursos económicos en la Federación, el presidente ejerce Facultades constitucionales y metaconstitucionales que le permiten imponer hasta Gobernadores, el presidente determina el modelo de relaciones internacionales sin intervención del Senado.
Se ejerce un Gobierno directo del Centro del País para todo el territorio y el último punto y quizá más preocupante: La mayoría de las personas aceptan el papel predominante del presidente en el país.
Analicemos la oferta
La oposición a Andrés Manuel López Obrador intenta ofrecer un presidencialismo diluido, disfrazado de democracia en el que pocos ganan. MORENA y sus aliados nos ofrecen un sistema político centralizado en el que se impone la visión de quien lleva “el bastón de mando”, sometiendo a las instituciones en el proceso.
Ninguna nos conviene, ambas son totalmente anacrónicas y no nos llevan a ningún lugar que no conozcamos pero al final no debemos caer en la tentación de culpar al proceso de elección de autoridades, la Democracia no es responsable del problema.
Los ciudadanos libres son la única salida del problema y ellos deben defender el mejor sistema para elegir un Gobernante, entendiendo la importancia que su decisión y acciones tienen en un sistema político.
En la oferta no hay algo que nos convenga, ahora depende de nosotros exigir. Es en este punto está el reto para evitar un error de agosto, cuando tomen protesta los nuevos legisladores o un error de octubre, cuando inicie funciones la nueva presidenta de México.